ENTRE COSTUMBRES Y ATARDECERES
Ana se levantaba a las siete de la mañana, se
bañaba y esperaba los “tragos” que le preparaba su madre
Desde pequeña, a los dos meses de nacida sus
padres llevaron a Ana María Giraldo al
Municipio de Dosquebradas, donde pasó la mayor parte de su infancia y
principalmente su niñez, el pueblo que ella siempre quiso asumir como propio, de modo que recordó cuando
su abuela decía que “uno es de donde vive,
uno pertenece a ese sitio donde pasa la
gran parte de su vida”.
Ana creció en esta ciudad donde pasaba el
mayor tiempo con sus abuelos, Vivian en el barrio la Capilla, donde se alza
incólume la torre de la Iglesia de Santa Teresita, donde fue bautizada, hizo su
primera comunión y le celebraron la misa de sus quince años.
La Capilla es un barrio muy tradicional ya
que carga con el recuerdo de la historia por ser uno de los primeros
sectores en ser habitado, su fundador y
el gran orgullo de su nieta fue el señor José Néstor Posada de Pareja quien cumple
este mes de febrero un año de haber fallecido.
Este hombre con el paso de la vida dejó su
nombre marcado puesto que también fue fundador del Colegio Cristo Rey de las
monjas Carmelitas Misioneras edificado con gran esfuerzo por los habitantes de
ese entonces., Doña Libia Posada habitante del barrio y madre de Ana contaba que el colegio es fruto del esfuerzo y
dedicación de la comunidad ya que todo hacían convites para recoger piedras y
así aportar para su construcción.
Todas las tardes al salir del colegio Giraldo
pasaba por la casa de sus abuelos, pero antes de llegar a su destino se volaba un ratico a la avenida
principal a ver pasar los corredores de la vuelta a Colombia cuando habían
carreras.
La casa de los viejos aún existe tal cual
como la conoció Ana desde su infancia: con su patio central, sótano y solar o
huerta donde existe una gran variedad de
arboles de guayaba dulce, agria, limón mandarina, Aguacate, frambuesas, yuca,
rosas, orquídeas etc.… todos los primos aprovechaban esas
épocas de antaño para realizar unas
deliciosas comitivas.
Todos los días a las tres de la tarde la
familia Posada tenían la costumbre de tomar el algo con arepa de maíz molido, chocolate
caliente y el queso no podía faltar en el plato; era la mejor hora de toda la
tarde, y todavía a los 32 años Ana no
recuerda un solo día que estuviera de visita en la casa de sus abuelos y no
haber cumplido con esa deliciosa tradición; luego en las horas de la noche a
eso de las 6 a 7 pm era la comida y todos los días hasta hace pocos años fueron
frijoles; hoy en día ya ha cambiado, sin embargo no se dejan de lado los
tamales, el sancocho de pollo criados en casa, preparados en leña y muchas cosas
más, como por ejemplo en las navidades no puede faltar en la mesa de esta
tradicional familia las bandejas con natilla de maíz y los buñuelos para que el que vaya pasando
saque su buena porción.
Giraldo
Recuerda ser una niña asombrada por las cosas de la vida, su abuelo que era joyero
profesional trabajaba el oro de una forma única, ella no se cansaba de ponerse a su lado ayudándolo
a laminar las grandes barras que fundían para poder hacer todos los encargos de
los clientes, eso sí sin dejar de mencionar a “Montecristo” el famosísimo
programa radial que los acompañó durante jornadas enteras.
El trabajo del viejos es
“único y excelente” decían algunos de sus clientes que llegaban al local con nuevos encargos
por hacer, Ana era su partidaria número uno, se asombraba con el laborioso
trabajo que desempeñaba su abuelo y se asombraba cada vez más de él cuando en aquellas
tardes llegaban al establecimiento unos señores y empezaban a interpretar
canciones que Ana siempre iba a llevar en sus mejores recuerdos.
En esa
época las familias no estaban impregnadas de tecnologías. No sufrían de
afanes ni se estresaban por el pasar del
tiempo. En casa de los Posada Torres llegó el teléfono donde fue la sensación para
la época, los Giraldo contaban que lo más costoso en ese entonces era realizar
llamadas, por eso la abuela de Ana aprovecho el momento para montar su propio
negocio y decidió cobrar cinco pesos por el servicio.
Cuando caía la noche, La Capilla daba inicio a la fiesta: sus habitantes
salían a las calles a caminar, conversar en las esquinas, saludaban amigos,
tomaban cerveza, aguardiente…
¡LOS DOMINGOS EN CASA!
Ana se levantaba a las siete de la mañana, se
bañaba y esperaba los “tragos” que le preparaba su madre, esta bebida consistía
en un pequeño sorbo de agua de panela que se servía siempre en pocillos de peltre de los cuales aún se conservan
algunos ejemplares. No se podía comer nada porque había que comulgar en la misa
de las ocho de la mañana. El desayuno era después pero según Giraldo: era un ¡súper! desayuno cargado como se dice en las tierras
paisas; arepa de maíz molido, chocolate espumoso con leche o sino con
clavos, canela o nuez moscada, queso, el desayuno se completaba con empanadas o
buñuelos frescos que se compraban a la salida de la iglesia.
Así se trataba de compartir en familia,
alrededor de un delicioso plato que no dejaba por ningún lado las costumbres de
sus ancestros que hoy en día se siguen conservando y se lucha cada vez más por
no perder la tradición de unas excelentes raíces gastronómicas.
Durante la década de 1970, varios de los pueblos de
la región cafetera, incluido Dosquebradas, emprendieron acciones que buscaron
modernizar el municipio, entre ellas, la diferencia de la plaza principal o
parques principales de cada barrio del mercado popular. El decir de muchos es
que “Dosquebradas era un “larguero¨ que iba creciendo en las orillas de
la avenida central. Por esta misma razón el parque de la Capilla era punto
de encuentro importante, el raigo de los campesinos y la carencia de una
identidad comercial o industrial hicieron que Dosquebradas nunca dejara de
darse el encuentro entre la sociedad urbana y la rural.
Era común ver, sobre todo los sábados y
domingos, que los campesinos bajaban desde la montaña acompañados por sus
familias; otros únicamente por sus hortalizas de pan coger. Luego, se produce
la mezcla: en una calle se topan las calles con mulas, Ford Explorer con jeep
Willys, hombres que calzan botas pantaneras, viejos que usan sombreros de iraca.
Hoy en día el sector más marcado para este punto: es el Crucero a una
cuadra de la estación del Megabus
Cuando caía la noche, La Capilla daba inicio
a la fiesta: sus habitantes salían a las calles a caminar, conversar en las
esquinas, saludaban amigos, tomaban cerveza, aguardiente, y los más chicos aprovechaban el tiempo para
jugar jeimy, montar patines de cuatro ruedas, o planeaban partidos con raquetas
con pelotas de espuma, eran los mejores atardeceres, los vecinos sacaban sus
sillas al andén y se reunían unos con otros a compartir y ver como se ocultaba
el sol; los fines de semana en las horas de la mañana en la reconocida
cuadra de doña Ruby Quiceno, (habitante de la zona), los vecinos se reunían a
barrer y a lavar el cuadro de cemento que correspondía a cada casa, y así fue que la cuadra fue
reconocida por su impecable limpieza y su amable ambiente.
Esto fue y será parte de la vida de Ana María
que hoy en día dice que llevará estos recuerdos con orgullo hasta el día de su
muerte, porque no hay día que Giraldo no
le agradezca a Dios por ser parte de una familia con tradición. Así se culmina
entonces un recorrido cultural y patrimonial gastronómico de unos antepasados
con sangre paisa.